Agartha y el mito del Rey del Mundo. ¿Realidad espiritual o material?
Antiguas tradiciones religiosas asiáticas (budistas tibetanas, enseñanzas hindúes, chamanes de Mongolia) desde tiempos remotos dan por cierta la existencia de un reino inmortal "invisible" donde se escondería un reducido colectivo de personas, excepcionalmente sabias y poderosas, procedentes de los continentes hundidos del Atlántico y del Pacífico.
En Oriente este mundo idílico oculto es conocido como Agartha o Sambalah y en América del Sur como la ciudad del Disco Solar. Muchos sitúan este reino en valles perdidos de las cordilleras al norte del Himalaya, y otros en cavernas inaccesibles de los desiertos próximos al Gobi. Este pueblo subterráneo estaría regido por los designios de un misterioso personaje: el Rey del Mundo.
Investigadores de culturas religiosas como Andrew Tomas han estudiado a fondo este mito universal aceptando como real su existencia. Otros estudiosos, como René Guénon, han visto en la figura del soberano de este mundo intraterrestre -a caballo entre lo divino y lo humano- un principio, una dignidad y un estado espiritual:
"Es la inteligencia cósmica que refleja la luz espiritual pura".
(R. Guénon, El rey del mundo)
Para otros, este tipo de mito entronca con todas las historias "fabulosas" que circulaban por occidente a propósito del reino del Preste Juan, misterioso soberano de quien según Marco Polo hablaban todos en el gran imperio y recibía tributos de la mayor parte de los gobernantes asiáticos.
Al parecer, en los archivos del Vaticano se encontraría parte de la correspondencia que mantuvo el mítico rey-sacerdote de Oriente con algunos monarcas y prelados de la Iglesia.
Es posible que todas estas narraciones que hemos rescatado del pasado funcionaran como un factor sugerente para sacar a las personas de Europa.
Las salidas del continente ya habían sido promovidas por el papado en las cruzadas, y el Preste Juan (o el Rey del Mundo) sería la "idea" que movilizaría a los hombres. Representaba la figura de un rey con un enorme imperio, situado tras las líneas musulmanas en el que abundarían enormes riquezas.
Para Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica, este reino no es ninguna utopía.
H. Blavatsky declararía en más de una ocasión estar en contacto con los Mahatmas (misteriosos personajes del Asia Central que detentaban poderes sobrenaturales) que le transmitían a menudo mensajes de fraternidad y misteriosas profecías destinadas a aviso y cuidado de un mundo en eminente peligro de autodestrucción. Según ella, Moisés, Platón, San Pablo... habrían sido teósofos iniciados por miembros de este Gobierno oculto.
No fue hasta 1933 cuando James Hilton popularizó en Occidente la leyenda de Sambalah en su novela Horizontes Perdidos, donde narra como una comunidad de grandes sabios, llamados Rishis o Mahatmas (grandes almas) viven en un paraíso de ciencia mística, oculto en algún lugar al norte del Tíbet, entre los macizos de Altin-Tag y Kum-Lum, Altai en Mongolia, Tsaidan y China.
Habitantes de estas regiones atestiguaron la presencia de seres luminosos vestidos con simples túnicas blancas en medio del duro invierno tibetano.
El marqués Alejandro Saint-Yves d´Alvèdre mantuvo haber sido visitado en 1885 por dos misteriosos personajes, enviados por el gobierno universal oculto de la presente humanidad, los cuales le revelaron la existencia de Agharta y su organización espiritual y política.
Con estas revelaciones, Saint-Yves escribió un libro de 200 páginas que mandó editar; pero apenas había salido la obra de la imprenta, el marqués ordenó su destrucción, ya que al parecer "contenía terribles secretos".
Un solo ejemplar se escapó a la destrucción del que se haría una reedición fotomecánica, y que según cuentan, los nazis, durante la ocupación alemana, acabarían por destruir.
Los aventureros Nicholas Roerich y Ferdinand Ossendowski
Viajeros occidentales como el científico polaco Ossendowski y el pintor ruso Roerich, escucharon contar a los lamas y nativos relatos sobre túneles que convergían a un fabuloso país subterráneo donde habitaba una poderosa raza de seres que se daría a conocer cuando la humanidad hubiera llegado a unas condiciones en que pudiera recibir los conocimientos necesarios, y saldrían a la superficie para crear una nueva civilización de paz (Nostradamus anunció en sus Centurias que habría de llegar algún día el Gran Rey) ¿Quién sabe?
Ossendowski fue el primero en recoger el testigo de Agartha.
Durante su huída por Siberia y Mongolia, perseguido por el ejército rojo, alcanzó tierras casi desconocidas en torno al desierto de Gobi, Manchuria y las inmediaciones del Tíbet - supuesto enclave del reino perdido.
Contactó en sus investigaciones con privilegiadas fuentes de información:aristócratas y lamas mongoles y el bibliotecario del propio Buda viviente.
Dejó memoria de todo en el último capítulo del libro Bestias, hombres, Dioses.
El libro daría cierto cariz de credibilidad a la existencia de Agartha, aunque muchos lo tacharían de sensacionalista y muy poco o nada riguroso.
Roerich también sintió la llamada del Himalaya y abandonó la fama para dedicarse a luchar en pro de la paz, desde su refugio en el valle de Kulu, en las montañas de Cachemira (1917). Recién muerto Lenin, en 1924, Roerich llegaría a Rusia como portador de un mensaje que le había sido transmitido por los Mahatmas (nuevamente) que habitaban en algún lugar ignorado dentro del paralelo 42.
Juan Parellada de Cardellac cuenta en su libro Reinos perdidos y claves secretas que el explorador ruso habría dejado constancia en sus escritos del avistamiento de un OVNI - lo definiría como un ingenio metálico - que vio elevarse de un valle del Gobi en dirección al Tíbet.
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